Las Vegas es una ciudad construida en medio de la nada. Tras atravesar un desierto inmenso, vengas por donde vengas, te encuentras un espejismo en forma de decorado multitemático. La extensión de la ciudad es inmensa, de repente el viajante se ve envuelto en una tentación de todos los colores. Las tragaperras salen como setas, en este caso como cactus, desde el mismo aeropuerto, pasando por gasolineras, tienditas o grandes hoteles. La ciudad, imagino, vive del turismo ludópata. Miles y miles de personas viven del trabajo generado por los casinos, verdaderos protagonistas de la ciudad.
Lo curioso es que los hoteles, inmensas moles monotemáticas, acogen salas de juego muy parecidas, o al menos a mí me lo pareció. Todas eran iguales. Ninguna restringía el paso a los niños ni parecía cerrar en toda la noche. Una mañana a las 7 a.m. bajé a por un café y ya estaban las slots (máquinas) con clientes. La gente emplea directamente la tarjeta de crédito. Reconozco q no gasté ni un penique. Me dió mucha pena.
La ciudad tiene el logo de "La ciudad del entretenimiento", no está mal, yo directamente la llamaría "Vicio town" o algo así, porque también parece haber un mundillo de prostíbulos bastante competente. Hombres y mujeres, en su mayoría sudamericanos, chasquean tarjetas con fotos de chicas que anuncian presentarse en 20 minutos. Otra pena.
Obviando los detalles arriba indicados, el turista ingenuo puede pasear por el strip (avenida principal) de Las Vegas con la boca abierta. Las fuentes que bailan las Cuatro Estaciones de Vivaldi a las puertas del Bellagio, o la pirámide del Luxor, el increíble Manhattan, inmenso hotel NewYork, New York, que además de una estatua de la libertad, tiene una reproducción del puente de Brooklyn así como de los barrios y edificios principales de la Gran Manzana, todos ellos reales, los rascacielos con habitaciones y las casas bajas con tiendas, restaurantes y pubs.
Impresionadas nos quedamos la Nati (mi suegra) y yo al buscar el servicio del Venetia, y encontrar en el interior una verdadera ciudad. Este hotel cuenta con un canal con góndolas reales que pasean junto al Palazzio Ducale, atravesando un puente de los suspiros muy bien logrado. Reconozco que este está muy bien logrado (foto superior).
Lo imposible se hace posible en el caso del hotel Paris-Las Vegas que reproduce la torre Eiffel (con restaurante en planta intermedia) que invade literalmente un palacio y cuyo edificio principal imita la arquitectura parisina.
Y es que todo tiene cabida en esta ciudad. Imagino que una persona que nunca visitó Europa piense que París es como este hotel, Venecia como el anterior, y Luxor como la pirámide Casino.
La ciudad en sí no es cara, el alojamiento es más económico que en cualquier motel de carretera del resto del país, y los restaurantes (en el interior de los hoteles) son asequibles. Está claro dónde está el negocio, no merece la pena distraer al turista del objetivo principal.
El Hotel Excalibur (el castillo con torres de colores), tiene, bajo mi punto de vista, el más desolador de los elementos: una sala de juegos para niños. Además de las típicas atracciones de feria (tiro al globo, bolos, pescar un premio, etc), tiene máquinas de estas que contienen miles de monedas estratégicamente colocadas para que al echar una más se coloque también estratégicamente, acumulando con ella la avaricia del jugador que sigue echando pensando que puede ser más listo que el propio life motive del cacharro sacacuartos (nunca mejor dicho, porque se juega con cuartos de dólar). Esto colocado en una sala se supone que para niños...
Las Vegas tiene una localización ideal para visitar el Grand Canyon, eso también le da puntos para atraer a todo tipo de gentes del mundo.
Había una vez un niño rico cuyo padre hizo fortuna con la plata californiana. El niño se fue de viaje con la mamá por Europa a principios del SXX y se enamoró de Italia, Francia, Inglaterra y España.
Mr. Hearst hijo a su vez hizo fortuna con la prensa del corazón de la época, por lo que en su casa orientada al Pacífico nunca faltaban invitados de la farándula del momento como Charlie Chaplin, Errol Flynn (que por lo visto daba buena cuenta de la bodega), Clark Gable, Greta Garbo o el mismísimo Churchill.
En fín, a falta de un Palacio de la Granja, un Versalles o un Buckingham, California cuenta con este experimento arquitectónico que sin duda algo de historia tiene.
